El acceso a Internet ha alcanzado para muchos el estatus de derecho humano, al mismo nivel del derecho de acceso al agua. Billones de personas se conectan todos los días a esta red de redes, y donde hay billones de personas hay millones de entender este espacio social.
Como espacio social, sirve para muchos para estar en contacto con quienes comparten intereses, desde la familia cercana hasta los grupos de interés más sui generis, desde fans del anime hasta grupos de desarrollo de software, clubs de fans de bandas pop, o coleccionistas culturales conocidos popularmente como ‘piratas’.
Pero al mismo tiempo que unos la usan para estar cerca de los suyos en la intimidad que puede dar una red social, tienes empresas de todos los tamaños buscando fans, seguidores, clientes, y aliados.
La misma plataforma social, por la manera en que fue diseñada, no sólo te conecta con quien más te interesa; la plataforma documenta todo lo que haces. Un mismo usuario que creas en Gmail es el que te conecta con Youtube, Google Search y Google Maps. Con esto Google sabe con quien te escribes, chateas, que te gusta ver, y a donde quieres ir. Ya no se diga si tienes un teléfono basado en Android. El ejemplo se repite con cada plataforma, red social, o tecnología capaz de producir datos precisos sobre todo lo que haces.
Como todo tema en crecimiento, el mercado de los talleres y capacitaciones para sacarle el mejor provecho está al alza. Pero con tanta gente conectada, hay inevitables contradicciones.
El temario de un taller de ciber seguridad, por definición, incluirá clases que eviten el monitoreo comercial de tus datos. Un taller de marketing digital, por su misma esencia, busca precisamente saber lo más posible de tus hábitos en Internet. El usuario que proteje su navegación borrando cookies, TOR y bloqueo de anuncios, le hace el trabajo un poco más complicado a una empresa (de cualquier tamaño) de darle ofertas personalizadas al gusto del cliente. Todos disfrutan de la experiencia de usuario que da el gratuito Gmail, pero el precio incluye que lean tus correos para darte publicidad dirigida y relevante. Quid pro quo.
La web a como la conocemos hoy en día no se decide entre dar absoluta privacidad a los datos, o la completa transparencia que todo lo ve, todo lo escucha, todo lo recuerda.
En Europa una normativa de la UE obliga a los sitios web a informar del uso de datos que recopilan de sus visitantes, explicando el uso específico de las cookies que plantan. Brasil propone, juntó a Alemania, legislación que ubique en el territorio nacional los datos de los ciudadanos de cada país. Existen costos asociados a ubicar un servidor de datos en cada país que opere un sitio web, quizás un costo muy alto para proyectos digitales que recién empiezan. Una manera de llevar a un punto medio sería la de crear ‘data centers’ con rango diplomático de consulados para que las reyes sociales y proyectos web muevan los datos de cada ciudadano, aunque esa es sólo una sugerencia. Claro esta, todo lo que esta centralizado y ubicado físicamente con precisión puede ser monitoreado y monetarizado. Quid. Pro. Quo.
Proyectos como Peer 2 Peer web, Peer 2 Peer TV, o Unhosted proponen la web como una serie de contenidos hospedados y compartidos por todos los usuarios, sin un servidor que archive y centralice todo el tráfico. Un uso práctico de estas ideas son los archivos compartidos por bittorrent, o el concepto bitcoin o criptodivisas descentralizadas sin intermediarios o costos por movimiento de dinero.
Hay mucho camino y leyes que escribir todavía sobre esto.
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