Las fogatas

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Subtiava era una hoguera permanente. Porque fíjate que ya para ese tiempo habíamos descubierto el fuego. Dentro de la línea de ir incorporando actividades o elementos agitacionales que mantuvieran la motivación de la que antes te hablaba, digamos que fuimos en ascenso, y el fuego fue creciendo. Pero no te hablo del fuego político -aunque también el fuego político fue creciendo-, te hablo del fuego como elemento de la naturaleza. Empezamos con manifestaciones con candelas, luego se nos metió que «cada estudiante una rama de ocote, pero el ocote era muy difícil de conseguir porque sólo había en el norte del país.

Nosotros veíamos que cada vez que sacábamos candelas la gente se interesaba.

Luego hicimos una manifestación, temprano, con ramitas de Ocote y la gente se plegó a la manifestación porque fue temprano y porque a la gente le llamaba la atención las antorchas de ocote. ¿.Has visto aquellas procesiones de la Edad Media, que van un poco de viejos con capuchas y que van así, en lo oscuro, por aquellos pasillos de los castillos, los monjes….’ Entonces, en los barrios oscuros, en las calles, como a un lado hay una fila de casas y al otro hay otra fila de casas, parecían el corredor de un castillo medieval. ¿,Te imaginás vos el montón de lucerios, con las ramas de ocotes encendidas en las calles, brincándonos los charcos, subiéndonos los barrancos, los pretiles de las calles disparejas de León…?

Pero entonces veíamos que conseguir el ocote era difícil y pensamos que mejor había que hacer en cada barrio fuego; y acordamos hacer las fogatas porque ya habíamos visto que el fuego por el que se te ve la cara en la oscuridad-, atrae a la gente y la gente siempre está viendo la llamita de fuego cuando está encendida. Está viendo la llamita de fuego pero también está oyendo; y está oyendo y entonces los ojos y la mente van del fuego a la palabra, de la palabra a la boca, del fuego a la palabra del que está hablando, y entonces hay un ciclo allí bien bonito que nosotros descubrimos que existía. Entonces dijimos: Bueno, vamos a hacer fogatas en las esquinas. Y empezamos a hacer fogatas en las esquinas… Y además, que era más fácil conseguir la leña con las tablas viejas de las casas, o la comprábamos… en los barrios la gente cocina con leña, entonces siempre hay unas casas que venden leña, cinco pesos de leña son unas rajas de leña así como de medio metro o un metro. Hoy, mitin con fogata, decíamos. Entonces llegaban nuestros activistas, cinco o diez activistas de la universidad, al comienzo, en el verano, porque en el invierno llovía. Andábamos un galón de gas, arpillábamos la leña y le prendíamos fuego en los barrios oscuros.

Entonces alrededor del fuego empezábamos a gritar: ¡Pueblo únete, pueblo únete…! O gritando las consignas por las que nos reunían allí. Digamos: ¡Para Chico Ramírez y Efraín Nortalwalton… libertad! Ahí fue donde generalizamos las fogatas, en la campaña por la libertad de Chico Ramírez que es comandante guerrillero ahora, y Efraín Nortalwalton que era un profesor salvadoreño.

Entonces nosotros observamos que al encender fuego en esos barrios oscuros la gente se brincaba un cerco de piñuelas que daba a la calle, venian de los patios, se cruzaban los predios montosos, con árboles… Y vos veías cómo la gente salía a la calle por las tapias de madera, por los cercos de alambres de púas, que en algunos casos son los que marcan el lindero de la propiedad de la casita. O veías que se salían de las casas, o ya los veías que venían sobre la calle… La cosa es que de todos los puntos del barrio, de entre las casas, de entre los patios y por las calles y las bocacalles, empezaban a converger en la esquina y se paraban a cierta distancia de los agitadores.

El fuego fue tomando un carácter subversivo porque todos los opositores, todos los antisomocistas, todos los pro-sandinistas se aglutinaban alrededor del fuego. Entonces la fogata era síntoma de subversión, era símbolo de agitación política, de ideas revolucionarias llevadas por los estudiantes a los barrios. Las fogatas eran enemigas de la Guardia. La Guardia odiaba las fogatas porque la fogata concentraba a la gente. El fuego concita, integra, une; como que el fuego te da valor, como que el fuego te hace sentirte más protegido, más fuerte. Como que la llama fuera compañía. Es una sensación más o menos de ese tipo.

Pero claro, la fogata fue creciendo y, como te decía, se convirtió en un abierto desafío, en una conspiración pública. La fogata se convirtió en grito, se convirtió en consigna, pero la consigna iba creciendo en la medida en que las fogatas se multiplicaban y en la medida en que las masas se aglutinaban en torno a nuestros dirigentes. Y se fueron identificando y haciéndose más grandes. Y habían diez, quince, veinte, treinta, cincuenta, cien fogatas en la ciudad. Pero lo bueno es que con el desarrollo de la organización, cuando el trabajo de barrio se expandió posteriormente y el Frente dijo: «Bueno, ahora esto lo asumimos nosotros», las fogatas ya no las hacen los estudiantes. La gente de cada barrio empieza a encender sus propias fogatas. Era algo así como que en el día los explotaban y en la noche se rebelaban. En el día trabajaban y en la noche protestaban y gritaban. Y la fogata no consumía esos gritos, más bien les daba vida.

Tomado de La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, por Omar Cabezas.

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