Siempre he tenido un problema con la literatura. No tanto de leerla, que leo menos que antes, sino de confesar que cuando escribo, casi siempre mis fuentes de inspiración son canciones o obras cinematográficas.
Sea que memorice cada cambio de ritmo en un disco de Massive Attack o los dialogos de una película clásica (en un modo diletante), me siento más identificado con esta fuente que con la palabra escrita pura.
En algún manuscrito antecesor a Holanda quise que todas las narraciones tuvieran epígrafes basados en canciones.
Bob me permite eso. Fue el primero en «go electric», y ahora es el primero «go rock» que gana el Nobel. La amargura de los literatos profesionales no les va a permitir disfrutar el reconocimiento, o relativizarlo («Leonard Cohen lo merece»).
La palabra escrita que provoca, la literatura, continuará evolucionando. En unos años tendremos un Nobel para un showrunner de televisión, o para directores de cine. Y así será.
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