Este ha sido un año largo. Larguísimo. Han muerto celebridades de todos los ámbitos. Prince y Fidel. David Bowie y Juan Gabriel. Sin contar los amigos y conocidos personales. Historias de vuelcos históricos como el Brexit, Colombia No, y Trump. Y han habido cenicientas. Leicester, Cubs, Chapecoense. El 2016 ha sido un año tan largo que no podía permitirse tener 3 historias de cenicientas. Paso una vez, paso una segunda vez, pero se la cobro con la tercera.
De este último, quizás, era el menos famoso. Era el equipo más chico de la primera división en Brasil. Hace poco estaba en cuarta división, y hoy jugaría el primer partido de su primera final internacional contra Atlético Nacional de Colombia.
En los noticieros deportivos es lugar común el video de la celebración de un equipo después de un triunfo, y sobre todo de un triunfo que te lleva a jugar tu primera final. Pero esa celebración fue la última, y ninguno de ellos lo sabían. Celebrar no debe ser un ritual, sino realmente pensar en lo que celebras, y agradecer por las cosas que te pasan porque aun las malas experiencias te enseñan en donde estas y de donde venís.
Hoy la historia es completamente la opuesta. Y es entonces que te pega. No los conoces, nunca has visto sus partidos, ni conoces los nombres de sus mejores jugadores. Pero te pega y te pones triste. O quizás es solo la excusa para ponerse visiblemente triste y dejar salir lo que no habías dejado salir por todas las penas acumuladas del último año. No se.
Forza Chape, Forza Campeones.
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