Se habla de las redes sociales como de algo poderoso, capaz de derrocar gobiernos, o de hacer sucumbir empresas. Hace unas semanas La Prensa le dedico un reportaje al tema, y releyéndolo hoy veo que quizás no estamos en esa utopía del enésimo poder, sino de una enésima sombra para distraernos.
Cuando en las redes sociales se destapo el caso del Kinder Montessori por violencia infantil, el juicio fue «implacable». Las redes sociales condenaron a la directora por practicar violencia infantil, pero una encuesta posterior revelo que el 80% de la población ve como aceptable un castigo físico, pero solo si es a sus propios hijos, no de parte de un profesor. En todo caso, 4 de cada 5 chavalos o chavalas recibe palo. Las redes sociales «derrocaron» a una profesora, no al sistema que ve OK apalear (restricciones aplican), por mucha ley que aprueben en estos mismos temas.
El caso de Ximena Gutiérrez y la custodia de su hijo provoco impacto en las redes sociales, y se logro una solución positiva para la madre. El otro lado de la moneda lo tenía un extranjero, sin influencia o afinidad con grupos de poder local. Que el gobierno interviniera puntualmente es un caso puntual, no una tendencia.
El 24 de diciembre del año pasado se desmantelaron por la fuerza, y de madrugada, 2 puntos de protesta contra el Canal de Nicaragua. No había periódicos de circulación nacional ni noticieros dando cobertura. Se difundió desde las redes sociales con lo que había a mano.
Todos los detenidos fueron liberados días después, sin cargos. Se hizo mucho ruido para no dejar caer la noticia en un periodo en que las oficinas de prensa estaban con personal reducido. El gobierno no pidio disculpas ni corrigió nada de lo realizado.
En Viernes Santo, 3 de abril, se realizo un desalojo y demolición ilegal a un hotel en construcción en Ometepe. Los vídeos y fotos fueron apareciendo en las redes sociales, mientras los medios de comunicación estaban en activaciones, eventos y dinámicas comerciales. No tenían personal para cubrir noticias, así que con lo poco que había, se difundió la noticia en las redes.
El terreno de Milton Arcia fue posteriormente expropiado y declarado de uso publico una semana después, post-data. En lunes de pascua todos los medios no oficiales cubrieron la noticia, pero el hecho ya estaba consumado.
El reportaje en La Prensa enumera otros casos de «gran impacto» como #OcupaINSS, los perros flechados, el meteorito, o las denuncias por las multas excesivas por parte de la policía. Todos quedaron sin resolver, sin conclusión.
A pesar de los argumentos, de las redes sociales, de los memes, de los chistes crueles, el gobierno y sus miembros no los tomaron en cuenta. Los propios medios «oficiales» ignoran estas noticias, las desaparecen o les dan un perfil muy bajo.
Para contrarrestar el ruido «negativo» se puede convocar ruido positivo, y con tuitazos nacionales se pueden hacer ranquear todos los trending topics que se deseen, sin cambiar que en el fondo son topics montados, no naturales.
Entonces, ¿son las redes sociales un nuevo «poder», a como el periodismo dice ser un cuarto poder; o son una sombra más?
¿Son (somos) en las redes sociales fanáticos de hacer tormentas en vasos de agua por causas pequeñas, puntuales, de impacto en el corto plazo, pero que no cambian nada en el fondo en realidad?
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