La literatura, el arte de escribir, es visto como un arte «solitario». Escribes solo, y cuando te profesionalizas, con un editor o casa editorial. La obra literaria será evidencia del tiempo en que se publique. En la arquitectura, el producto final puede demandar mover materias primas de todo el mundo, pero el resultado final está en un solo lugar, y su significado crecerá con las ciudades y urbes que le rodeen.
En el cine tenés una combinación de ambas cosas. Tenés un guión escrito entre una o dos personas. Tenés pre-producción, en donde parecés más empresario buscando financiamiento. Luego tenés producción, en donde liderás a decenas de personas durante semanas para crear la obra. Por un lado sos director de cine, por el otro un capataz que tiene que ver que todos tengan dónde comer todos los días. En post-producción, el producto final obtiene la forma definitiva en varios países, en simultáneo. Mientras corrigen el color en algún estudio de Francia o España, firmás contratos de distribución en México o Estados Unidos. Contrario a la arquitectura, la obra de cine tiene distribución, y llega a todos desde las salas de cine, los discos piratas, y ahora las tabletas y teléfonos inteligentes.
Del guión a la obra en la pantalla hay años e industria de diferencia, y cuando escribís el guión apuntás a un futuro que solo podés intuir o profetizar como leerá tu obra. La historia que iniciaste en un guión va a llegar a las salas de cine en un contexto muy distinto al que lo inició. Los contextos políticos cambian, triunfan o fracasan revoluciones, cambian paradigmas sociales. El guión, cuando está ambientado en «el presente», apunta a un presente que todavía no sucede y que leerá la obra con los códigos y valores de su tiempo. Los argumentos de Denzel Washington en Philadelphia parecen evidentes hoy en día pero en su momento no lo eran tanto. La película persiste por la manera que documenta la naturaleza humana hacia el que es distinto.
Hoy me tocó ver el trailer de «La Pantalla Desnuda«, la nueva película de Camila Films. Lo que con La Yuma le tomó 10 años, ahora sólo le tomó aproximadamente 3 o 4. Un celular extraviado con un video comprometedor desata el conflicto a resolver en la película. El tema parece normal al día de hoy. En las noticias vemos protestas y escándalos denunciados desde las redes sociales, o filtraciones de secretos de estado en USB o discos quemados con miles de documentos. La Pantalla Desnuda no viene a predecir los riesgos de la tecnología para con nuestra privacidad, los expone a como le suceden a cualquier persona.
En 2006 había 1.5 millones de celulares en el país. Esto subió a 4 millones en el 2011, y 6.8 millones en el 2014. Los nicaragüenses cambiarán la manera en que leen noticias, consumen tecnología, pero la naturaleza humana será más o menos la misma en el corto plazo. Quizás la manera en que usamos los smartphones cambie muy pronto, pero la naturaleza nuestra no lo hará tan rápido. La Pantalla Desnuda apunta a nuestro presente por el recurso narrativo de lo que hacemos con nuestros teléfonos, pero no son los teléfonos los que comparten o espían nuestros secretos, sino nosotros mismos.
Deja una respuesta