La reunión era a las siete de la noche en El Bambule, un escondite atravesado en una calle paralera a carretera norte. No es nuevo, pero tampoco es tan viejo. Si quieren la dirección me la preguntan. Cuando llegas siempre esta oscuro y con candado en la entrada. Pero solo hay que cruzar el pequeño porche y llamar para que te dejen entrar. Cuando pasas ves unas mesas pero no te sientes porque hay un perro durmiendo ahí. Doblas a la derecha y pides mesa bajo el lagarto disecado colgando del techo. Washington, el dueño, esta en la barra atendiendo.
El menu es costeño. Rondon a la carta. Un pasadiso tapizado de bambu, luces rojas y un esqueleto colgado del techo llenan la vista de esta primera esquina del restaurante. Al fondo, entre trofeos de pesca, hay un mural de la bahía de Bluefields; y de un cuarto de luces purpuras escuchamos algo de reggae. Bailando lento se va el rato, pero no me puedo quedar esta noche aca. Un mensaje de texto y una llamada al azar me recordo que hoy había concierto de Sala Bipolar. Pague mi parte de la cuenta, llame un taxi y cruce medía Managua en busca del otro polo urbano, el de carretera a Masaya. Mi grupo y yo quedamos de vernos despues del concierto en El Caramanchel.
Las calles están vacias. Un mes entero de lluvias le han bajado las luces a la ciudad y el taxi cruza rápido, pasando rotondas, semaforos rojos y esquivando taxibalas perdidas. En el centro del nuevo centro de Managua, en la Zona Rosa, esta Arriba’s. La lluvia dio tregua por hoy, por lo que el bar esta lleno. Una modelo me presenta la promoción de la noche, pero pido cerveza nacional.
El escenario esta lleno de cables, consolas, tornamesas y teclados. La gente esta suelta, habla mucho y aprovecha la tregua que la lluvia dio a la noche. Creo que ya eran las once, pero apague el celular y deje que el tiempo tomara su tiempo.
Poco despues llego Clara, y pude encontrar a Bikentios. Ellos son Sala Bipolar. Se hacen señas entre sí y toman posiciones entre los instrumentos. Bikentios revisa que las pistas esten en su lugar. Clara prueba unos acordes, revisa los tracks en su computadora, los microfonos se abren y la música empieza a germinar. Las luces toman su lugar, y la noche toma el color verde del escenario.
El ritmo es electrónico, pero no es exactamente «bailable». Si se presta atención se nota que las líricas no son solo sonido; dicen algo. Y el ritmo toma su espacio, no se impone, sino que que va convenciendo al oido lentamente. Y entonces me pongo a pensar: «a que suena Sala Bipolar?
Tiene un ligero beat acido, como el de Groovynol, pero sin tantos beats por minuto. No cantan con estilo hip-hop (como los primeros discos de Massive Attack), ni melodico-melancolicos (como Portishead), ni tan oscuros como Tricky. No hacen oda a los objetos electrónicos (como Daft Punk), pero poco a poco noto que hablan de «el imperio», «anarquía», o líricas hipnoticas de repetición infinita. Entonces es que las piezas empiezan a encajar. Alguien cuyo disco debut como solista se título «Pildorita del Caos», y alguien que se autopresenta como «DJ Revuelta Sonora» (recuerdese que «revuelta» es una forma violenta de protesta social) solo pueden combinarse para producir mantras de rebelión, o al menos esa es la semántica de sus nombres artísticos. Clara y Bikentios se ponen de acuerdo (sin verse) para ejecutar los mantras, descomponerlos a proposito en algun momento, literalmente golpear con caos y feedback a los intrumentos, y regresar al mantra ahora un poco más fuerte y con algunas capas extras de sonido en el regreso. Lo mejor de este sonido es que es creado en Managua, la ciudad contradictoria y enredada que hace brotar naturalmente estos proyectos o ambientes en cada rincon que el asfalto o la lluvia no ha cubierto. Managua reggae, Managua electrónica, Sala Bambule, Managua Bipolar.
Al terminar el concierto alguna gente deja el bar. La lluvia regreso al final de la noche. Enciendo mi celular por si hay alguna llamada perdida y veo que sigue por hacer en ésta noche. (foto copylefteada de hecho)
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